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sábado, 27 de julio de 2013

Eduardo Rubianes

LA ESQUINA:             ESTACION TÉRMINO

            Amigos: “Enseñaras a volar, pero no volaran tu vuelo. Enseñaras a soñar, pero no soñaran tu sueño. Enseñaras a vivir, pero no vivirán tu vida. Sin embargo, en cada vuelo, en cada sueño, en cada vida, perdurará siempre la huella del camino enseñado” (Madre Teresa de Calcuta).  Desde este rincón, mi más sentido pésame a los familiares de las víctimas del accidente ferroviario ocurrido el día 24 cerca de las 9 de la noche a 4 kms.  de la estación de Santiago. Eran las, 3,35, de la tarde,  en la estación de Chamartin (Madrid), iniciaba el trayecto, un hibrido, un casi tren de alta velocidad, unas madres se despedían de sus hijas, que iban a Compostela a pasar unos días de fiesta. La ilusión de las jóvenes era inversamente proporcional, a la preocupación de sus madres. Más gente entraba en los vagones, los consejos de última hora, “recuerda avisarme, a qué hora tiene la llegada el tren de regreso”, “portaros bien”.Un joven, se despedía de su padre, iba a la boda de un amigo, ¿Cogiste el billete?, si papa respondía el joven, harto ya de consejos, hasta la vuelta. Besos a mamá.  Mientras el bullicio de la estación desaparecía de la vista, el vagón, arrastrado por una poderosa locomotora de última generación,  iniciaba un viaje más, un rutinario y veloz sendero al otro lado.  Mientras estos jóvenes dentro del vagón,  buscaban sus asientos, la veloz locomotora dotada de la última tecnología en seguridad, y segura de su potencia y prestancia, no sabía que los trasladaría a un lugar  que no habían elegido. Su billete tenía un destino, y sus esperanzas una alegría, la ida era lo que importaba, la vuelta, ya llegaría, sus miradas brillantes se cruzaban, sus sonrisas eran bocanadas de aire fresco en aquella calurosa tarde castellana. La estación término para ellas era Santiago, Las fiestas del Apostol, y la boda de un amigo para el joven,  motivos de alegría desbordante, que duró lo justo, esas apenas 6 horas de viaje, entre planes y bostezos, esas ansias de empezar a disfrutar de la fiesta y el jolgorio. Se truncaron inesperadamente y en el momento menos oportuno, cuando se levantaban para ir recogiendo sus maletines y enfilar  la puerta de salida, faltaban apenas 3 Kms.  Aunque la locomotora parecía que no disminuía la velocidad, les extrañó. Confiaron, como siempre. El estruendo seguido de golpes rebotando por techo y paredes del vagón era inenarrable. De repente todo se apagó. Ya no sentían golpes, no se oían, no se veían, se había terminado el viaje para ellos. Las madres ya nunca recibirían la llamada de la hora del regreso. Porque simplemente, no volverían. Aquel besos a mamá dicho desde la ventanilla, quedaría en el recuerdo para siempre de aquel padre.  Lo que pasó, y como pasó, lo sabremos, aunque sean medias verdades para los que aún estamos aquí, para ellos, ya no les importara mucho. La vida está llena de billones de instantes, en uno venimos y en otro nos vamos. La crueldad del instante en que nos vamos es lo verdaderamente horrible como  en este caso. D.e.p. Gracias y un saludo amigos. Saude e terra.

                                                                                         Fdo. Eduardo Rubianes Calvo

1 comentario:

  1. Emotivo, sensible y muy duro a la vez. Como la vida misma cuando suelta coletazos que no esperamos. Saludos.

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