LA
ESQUINA:
ESTACION TÉRMINO
Amigos: “Enseñaras a volar, pero no
volaran tu vuelo. Enseñaras a soñar, pero no soñaran tu sueño. Enseñaras a
vivir, pero no vivirán tu vida. Sin embargo, en cada vuelo, en cada sueño, en
cada vida, perdurará siempre la huella del camino enseñado” (Madre Teresa de
Calcuta). Desde este rincón, mi más
sentido pésame a los familiares de las víctimas del accidente ferroviario
ocurrido el día 24 cerca de las 9 de la noche a 4 kms. de la estación de Santiago. Eran las, 3,35, de
la tarde, en la estación de Chamartin
(Madrid), iniciaba el trayecto, un hibrido, un casi tren de alta velocidad,
unas madres se despedían de sus hijas, que iban a Compostela a pasar unos días
de fiesta. La ilusión de las jóvenes era inversamente proporcional, a la
preocupación de sus madres. Más gente entraba en los vagones, los consejos de
última hora, “recuerda avisarme, a qué hora tiene la llegada el tren de
regreso”, “portaros bien”.Un joven, se despedía de su padre, iba a la boda de
un amigo, ¿Cogiste el billete?, si papa respondía el joven, harto ya de
consejos, hasta la vuelta. Besos a mamá.
Mientras el bullicio de la estación desaparecía de la vista, el vagón,
arrastrado por una poderosa locomotora de última generación, iniciaba un viaje más, un rutinario y veloz
sendero al otro lado. Mientras estos
jóvenes dentro del vagón, buscaban sus
asientos, la veloz locomotora dotada de la última tecnología en seguridad, y
segura de su potencia y prestancia, no sabía que los trasladaría a un lugar que no habían elegido. Su billete tenía un
destino, y sus esperanzas una alegría, la ida era lo que importaba, la vuelta,
ya llegaría, sus miradas brillantes se cruzaban, sus sonrisas eran bocanadas de
aire fresco en aquella calurosa tarde castellana. La estación término para ellas era Santiago, Las
fiestas del Apostol, y la boda de un amigo para el joven, motivos de alegría desbordante, que duró lo
justo, esas apenas 6 horas de viaje, entre planes y bostezos, esas ansias de
empezar a disfrutar de la fiesta y el jolgorio. Se truncaron inesperadamente y
en el momento menos oportuno, cuando se levantaban para ir recogiendo sus
maletines y enfilar la puerta de salida,
faltaban apenas 3 Kms. Aunque la
locomotora parecía que no disminuía la velocidad, les extrañó. Confiaron, como
siempre. El estruendo seguido de golpes rebotando por techo y paredes del vagón
era inenarrable. De repente todo se apagó. Ya no sentían golpes, no se oían, no
se veían, se había terminado el viaje para ellos. Las madres ya nunca recibirían
la llamada de la hora del regreso. Porque simplemente, no volverían. Aquel
besos a mamá dicho desde la ventanilla, quedaría en el recuerdo para siempre de
aquel padre. Lo que pasó, y como pasó,
lo sabremos, aunque sean medias verdades para los que aún estamos aquí, para
ellos, ya no les importara mucho. La vida está llena de billones de instantes,
en uno venimos y en otro nos vamos. La crueldad del instante en que nos vamos
es lo verdaderamente horrible como en este
caso. D.e.p. Gracias y un saludo amigos. Saude e terra.
Fdo. Eduardo Rubianes Calvo
Emotivo, sensible y muy duro a la vez. Como la vida misma cuando suelta coletazos que no esperamos. Saludos.
ResponderEliminar