LA
ESQUINA: UN AÑO DESPUES
Amigos : “No somos ni de izquierdas
ni de derechas, somos los de abajo y vamos a por los de arriba. (Anónimo).
“Corta de raíz aquello que pudre tus días”
(Danns Vega). Dedicado al policía municipal de Villagarcía, David Boluche,
por su entrega y buen hacer social, gracias amigo. Hoy y en memoria de las
víctimas y sus familias, del accidente de Angrois, (Santiago de Compostela),
ocurrido hace exactamente un año, y dos días, escribo estas líneas, con el dolor
propio y de todo un pueblo, el Gallego, que ha sufrido en sus carnes esta
tremenda herida imposible de olvidar, 79 víctimas y más de 100 heridos, sin
contar, el desgaste emocional de los que estuvieron prestando su ayuda en tal
mortal accidente. Aun hoy, un año después las heridas físicas se han curado,
pero las psíquicas, esas aún perviven, hora tras hora, día tras día, en las
almas y corazones que lo han sufrido directa o indirectamente allí mismo. Instantes
antes los vagones eran la rutina de cada día, Pedro, iba a buscar a su novia y
pasar las fiestas juntos. Un enternecedor matrimonio de jubilados, querían
pasar esos días con su hija, que los estaba esperando, en una estación, a la que nunca llegaron.
Maria y Candy, se iban de fin de semana, a las fiestas del Apostol tan
esperadas, se encontrarían son su
pandilla de siempre, en Santiago, después de un curso agotador pero brillante.
Una decena de jóvenes las esperaban también en
la estación término de sus vidas. Una pareja de recién casados, con un
hijo de 2 años, regresaban, a su hogar, pero ya nunca llegaron a traspasar el
umbral de su recién estrenada casa. Así decenas de vidas truncadas, de sueños deseados, de proyectos de futuro,
de vidas jóvenes aun sin envejecer sus pétalos, de padres y madres, ilusionados
por ver a sus hijos, y nietos. A todos ellos, se les quedo en solo eso, una ilusión, fueron
segundos, primero incertidumbre, pero la
velocidad, esa arma, de terror, letal, que siega vidas sin pedir permiso, les
fue acercando al punto final, luego el vaivén de los vagones, el vuelco, las
maletas volaban, el ruido ensordecedor, del metal del vehículo, destrozándose
contra los laterales, el impacto brutal de unos vagones contra otros, la
inercia, trasladaba a los pasajeros, volando de una esquina a la otra,
tropezándose entre ellos mismos, no había manera de sujetarse, a nada, todo se
movía, se agrietaba, se deshacía como mantequilla al sol. Ya no daba tiempo a
pensar, a sobrevivir de alguna manera, estaban a merced de la velocidad, y de la
suerte, mejor o peor para muchos, esos
instantes, no te da tiempo ni a gritar, ni pedir ayuda, ni socorro a nadie,
porque todos están igual, ni siquiera sientes dolor físico, pasas al otro lado,
sin decir adiós, porque no puedes ni articular palabra. Alguien que sobrevivió,
a este infausto caos, me dijo, que fue como si lo viera todo en cámara lenta,
meses después. Pero no pudo terminar, se derrumbó. Lo entendí. Y ahora le queda
aún lo peor, tratar de olvidarlo. Desde
aquí mi recuerdo más sincero, un saludo amigos, saude e terra.
Fdo. Eduardo JJ Rubianes Calvo
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