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sábado, 10 de agosto de 2013

Eduardo Rubianes

LA ESQUINA:             SON DOS ROSAS


            Amigos: “Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona.” (Nicanor Parra). Mes de Agosto, mes de playa, vacaciones y descanso, también de fiestas y baile. Llegaran días, que tanta belleza, se termine. Por ello, me permito contaros una bonita historia. “En ocasiones, utilizamos las flores para expresar un sentimiento. El, entró enfurecido en su nueva habitación, ¡odiaba las mudanzas!. Otra vez tendría que conocer las calles y hacer amigos empezando desde cero. Se asomo por la ventana, observando la ciudad Apenas unos metros otro edificio robaba la luz del día proyectando su opulenta sombra sobre el suyo. Una de las ventanas del avaro edificio se abrió, y lo que tras ella vio, lo arrebato de sus pensamientos; una hermosa muchacha, tumbada en la cama, hablaba a su madre. Esta le colocaba bien su almohada. A pesar de la palidez ésta irradiaba alegría. A su pelo lo envidiaba el oro y de sus labios alumbraba un amanecer. De súbito, dirigió su mirada hacia él, y tras unos segundos sonrió. El muchacho retrocedió escondiéndose, rehén  de aquellos azules ojos, que durante la noche soñó. Pasaron los días, y fue costumbre en él, arrancar una rosa blanca al volver de la Universidad. Las cogía entre las verjas de un abandonado caserón. Al llegar a su casa, se asomaba por la ventana tirando aquella rosa blanca. Casi siempre caía a los pies de la cama de su secreto amor. Ella la recogía con ansia y su faz se iluminaba, entonces llamaba a su madre, que la ayudaba a sentarse frente al balcón. Consumían las tardes, entre risas y bromas, disimulando sentimientos que destacaban a la menor ocasión, Cada vez que arrancaba la rosa blanca, miraba de reojo, el rojo rosal de al lado: “Mañana le daré una roja ¡para que  sepa que la amo!” pero jamás se atrevió. Una trágica tarde, cuando fue a entregar la flor, encontró la cama vacía,  y sentada en ella a la madre llorando. Lo que la leucemia, profetizaba, al fin sucedió; la muerte trepó por la esperanza hasta alcanzar la habitación. El entierro fue silencioso y amargo, nadie se percató de la ausencia del muchacho entre tanto dolor. Pero cuando todos marcharon el apareció. Preso del sufrimiento dejo una vez más ahora al pie del nicho: “¿ Porque nunca te la di roja para que supieras de mi amor?. Ya es tarde para decírtelo”. La rabia y desesperación lo dominó, golpeó la mortuoria piedra con todas sus fuerzas para huir corriendo y no volver nunca más. De haber mirado atrás, hubiera visto la blanca flor, teñida de rojo por la sangre derramada por su puño. En ocasiones las flores nos cuentan los suyos. FIN. Dedicado a Carmen propietaria de la pastelería A Ponte de Sanxenxo, por ser lectora y suscriptora del Diario y seguidora de esta sección. Gracias amiga, por ser así. Un saludo amigos. Saude e Terra.                                                                Fdo. Eduardo Rubianes Calvo

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